Los campos de té

No pensaba en nada, Mami. Los juguetes se ven tan inertes en las repisas grises de la niñez. Los muebles, los pequeños muebles casi invisibles casi casi vacíos de las piezas, pesaban tanto como los silencios de la casa. Yo miraba por la ventana, miraba pasar a los otros en la otra vereda. No sabían que los espiaba detrás de tu visillo blanco, Mami. Los visillos y las rejas de las casas que me tapaban la visión. Tan solo estaba la calle sin pavimentar, los perros moviendo la colita, las ligustrinas verdes y amarillas y secas que a veces olían a té. Yo creía que el té venía de las ligustrinas y cosechaba las hojas secas, y las molía con mis manos cuando jugaba en la te-rraza. ¿serían los campos de té en la China tan silenciosos como esta niñez?

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