Habitación Cero


"Ya en la calle, caminando junto a mí, dijo algo sobre las multitudes y su ignorancia. Parecía aquello como el comienzo de una conección rara, una historia loca, críptica. Yo recolectaba información de lo poco que me decía."
Marcelo me invitó a su departamento para un concierto. Dijo que le gustaba como yo escribía, que escribía como Beto Cuevas. Yo entendí que era un cumplido. Marcelo era lindo, pero raro. Me gustaba y me fui toda nerviosa a verlo.
Cuando llegué me saludó y me preguntó si quería agua, yo apenas podía tragar, pero le dije que no quería nada.
Me sentó en un sofá, en el living de su departamento -último piso- tapizado de bandejas de huevos. Delante de mí había una tarima con un micrófono de pie.
Buscó la uñeta en su pieza y luego volvió para subirse al escenario con su guitarra eléctrica, dónde empezó a tocar para mí algo que no recuerdo bien qué era. Quizás era Oasis, quizás La Ley, quizás algo propio. No sabría decir. También cantó. 
Fueron largas horas, sin recreo.
Cuando terminó era tarde, y yo todavía no entendía bien si yo le gustaba o no. No pasó nada, sólo se quedó en el escenario mientras yo lo miraba desde mi sofá. 
Después de un rato de silencio le dije que mejor me iba y quizo acompañarme.
Ya en la calle, caminando junto a mí, dijo algo sobre las multitudes y su ignorancia. Parecía aquello el inicio de una conección rara, una historia loca, críptica. Yo recolectaba información de lo poco que me decía.
De improviso se detuvo y me tomó del brazo. Miró mis ojos intensamente y dijo: 
-Nena, tal vez fui un sueño de otro, un rumbo incierto. La verdad es que nadie vive sin amor... Y ahora estoy aquí, temblando frágil en la multitud... y la espero...

Me quedé tiesa, speechless, y torpemente, después de un largo silencio dónde pensé que debía decir algo, hablé:
-Qué lindo. ¿Lo escribiste tú?
Sentí romperse en pedazos algo, quizás lo que se había estado cuajando desde antes del concierto. Su rostro se palideció y su voz cambió de tono dramáticamente. Casi con desprecio respondió:
-¿Cómo no cachai? Es Primavera Cero, de Soda.
-Pucha no sabía... -dije roja de vergüenza.

Y la realidad se volvió algo difícil de digerir. Me detuve en la parada del autobus y por suerte venía la micro. Trepé en ella casi sin mirar atrás. Sentí que no lo volvería a ver nunca y me alegré ya que me gustaba el polerón que me había prestado para pasar el frío. fin

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