Llamas sobre llamas

"Cualquier otro esfuerzo es demasiado y sería una sobrecarga que produciría un incendio, un doble incendio, cuando la verdad siento que estoy en llamas. Llamas sobre llamas, añorando que algo rompa la sensación esa que me me rodea."




No sabía en un primer momento a quien escribir esta carta. No sabía si era apropiado escribirla a un amante o a un amigo o a una amiga. Es uno de esos días donde sientes que lo que te pasa no le importa a nadie. Quizás es sólo un día melancólico más, quizás es un día donde uno debiera cerrar la boca y meditar.

El despertar, el preparar tu desayuno y olvidar dar agua a las plantas. Cerrar las ventanas y la puerta con doble llave. Conducir hacia el trabajo, aguantando un taco de gente dormida aún. Es el aburrimiento de esas pequeñas cosas rutinarias de la ciudad, la ciudad que está de vacaciones de mucho de sus habitantes y que horas después arde de calor como un edificio en llamas. No hay registro de ese incendio diario, no hay cámara que registre las llamas que nos consumen, no hay algo que apague el efecto de las llamas ultravioletas en nuestra piel.

A veces imagino que las caricias podrían apaciguar ese aburrimiento de escoger habitar la ciudad. Pero las caricias son un lujo, así como los besos. Las situaciones románticas son una ficción que aparece sólo en las películas de Hollywood. Para mí hoy sólo existen las películas B, con finales como el de la Precious, dirigida por Lee Daniels. Quizás es por este sentimiento profundo que me he vuelto fan de los documentales, genero muy agudo que no pretende, salvo contadas ocasiones, venderte un producto, sino más bien mostrarte una de las millones de realidades planetarias. No todo lo que hay es bueno, pero es un género que puede ser poesía, como Nostalgia de la Luz de Patricio Guzmán.

Tengo que decir que cualquier otro día sería la típica versión de mí entusiasta, pero hoy, hoy creo que estoy cansada, que he dado demasiado,  que ya arrojé mis semillas sobre campos cultivables y que debo regresar a casa para descansar, volver con la radio apagada, el motor en marcha suave y los vidrios abajo para oir a los árboles que son soplados por el viento.

Cualquier otro esfuerzo es demasiado y sería una sobrecarga que produciría un incendio, un doble incendio, cuando la verdad siento que estoy en llamas. Llamas sobre llamas, añorando que algo rompa la sensación esa que me me rodea. Cuando no estoy segura a quien enviar mi carta, a quien le podría importar que mis passifloras caeruleas florezcan por millares. Que los almácigos de albahaca estén brotando a toda velocidad. Que haya encontrado un gusano en la Melisa, otro más. Qué los sábado ocupe la mañana en la clínica y que me emociona que alguien esté a punto de dar a luz.

Hoy bastaría apagar los circuitos eléctricos para dejar la mente en el silencio, hasta el día próximo, hasta el próximo atardecer que me pacifique o hasta la próxima mañana que me despierte con caricias de plumas en los pies. 

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