Un disparo invadió el silencio


Un disparo invadió el silencio, y éste lo mantuvo unas décimas de segundo en nuestros oídos. Pude ver la bala al ser expulsada por el cañón del revólver, que se dirigía destructiva hacia la pared a nuestras espaldas.
La esquivé a toda velocidad, desplazándome a la izquierda. El nerviosismo me hizo dar una carcajada que luego fue ahogada por la catástrofe.
El rostro del pistolero se deformó desde el éxtasis del placer hasta el impacto de la tragedia. Torpemente giré hacia atrás y pude ver cómo el cuerpo del aventajado Nicanor caía hacia atrás por el impacto, mientras que con horror en sus ojos gritaba que había calculado mal.
Quedé congelado y mudo. Traté de sostenerlo, pero no pude, me arrojé al suelo para ayudarlo, inservible, torpe, en cámara lenta.
‘Calculé mal, calculé mal’, murmuraba. Yo le gritaba qué cómo pudo calcular mal si era el más veloz de nosotros. Trataba de responderme y agarraba fuertemente mi chaqueta. Los otros corrieron, alguien llamó a la ambulancia que tardó horas en llegar.
Pienso seriamente que deberíamos acabar con esto.

Santiago, 2007.

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