La Botella

“Esta calle que baja..........................
no acaba nunca de bajar”
Meditación al atardecer, Oscar Hahn

Y con el claro azul de la mañana, su cristal destellaba suave mientras el mar la repelía, a empujoncitos con las olas. El cielo estaba revuelto. Los pájaros se ocupaban de otras cosas, como si los cargueros en el horizonte las atrajeran y no hubiera nada tan fascinante como un carguero al moverse en el Pacífico.
La botella, que era apretaba fuertemente por la mano de una mujer, creía tener un destino mayor, un propósito.
Recordaba a aquellas aventureras que en la cresta de las olas arribaron hasta las orillas paradisíacas de Indonesia, dónde un nativo vigilante las había encontrado para llevarlas luego a manos que con determinación fueron al rescate del infortunado perdido en el Sur.
Hay un valor en la espera, y ella lo sabía, y se preguntaba qué podría hacer para alcanzar la libertad. Los reflejos como recuerdos se repetían sin cesar, y solo una idea le quitaba el miedo: “de arena eres y en arena te convertirás”.
La mujer yacía envuelta en arena negra. Las frías aguas de la corriente de Humboldt no hacían ningún efecto en ella. ¿Estaría muerta? ¿Se transformaría en trozos de roca cubierta de sal? ¿O en comida para los peces? Y entonces sintió el temblor, ese temblor del cuerpo humano que recupera su conciencia de súbito, como partido por un orgasmo.
Se puso de pie como pudo y botella en mano, se enredó con el vestido de gala, que había perdido su dignidad en el agua salada. Maldita tela, dijo gruñendo. Dio vueltas en círculos para recordar dónde estaba. A lo lejos la casa en la playa y su música gastada de tanto tocar. Respiró profundo y tuvo náuseas.
Decidida a volver,  algo la detuvo, un sentimiento incomprensible. Se quedó parada mirando el mar. Lentamente retrocedió el brazo que tomaba la botella y de un impulso que jamás hubiera esperado de sí misma, la aventó a través del éter que llenaba el espacio entre ella y el mar. La botella en toda su gloria giró y giró describiendo una trayectoria de parábola que cedía ante la gravedad de la Tierra. No había felicidad mayor que esto. El cielo y el mar, la tierra, se sucedían en este giro triunfal de alcanzar la meta.
Dicen que toda fuerza ejercida provocará una línea de fuerza que se opone al movimiento. Y en base a esto, en el último instante, un suceso que se antepuso a todo. Simplemente no lo vio venir.
La Botella que a toda velocidad viaja a lo desconocido se entregó a su destino. Un crash y el estallido en mil pedazos.

La mujer hizo una mueca y gritó unos garabatos que fueron acallados por las gaviotas que se percataron del hecho. Dio media vuelta y caminó hacia la casa que la llamaba como una sirena, como si nada fuera más irresistible que una casa en la playa, con su alcohol derramado y su música gastada luego de una noche de juerga.

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