Con los pies en la tierra
“…A veces llegan a un
ritmo acelerado, casi al mismo ritmo frenético de la ciudad. A veces sienten
que no son capaces de aprender, pero entonces empieza la conversación, se traen
los baldes con tierra y todo cambia.”
“Si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana..."
El Perseguidor, Julio Cortázar.
Hay vestigios de que el hombre desde hace 7
mil años A.de C. sembraba sus semillas alrededor de las cuevas donde vivía y
que guardaba parte de su cosecha para los tiempos de escasez. Con el desarrollo
de la civilización, esta costumbre se mantuvo en los jardines de las casas,
llegando a ser una fuente importante de alimentos para familias antes de las
guerras del siglo XX. Con el crecimiento de la urbe y el uso indiscriminado de
químicos agroindustriales en los tiempos de post guerra, la fertilidad de los
suelos y la biodiversidad del cultivo rural se vieron dañadas. Es a mediados de
los años ’70 que resurgen los movimientos ecológicos que comienzan a hablar de
Permacultura.
Permacultura es una combinación de agricultura, cultura y ser
permanente. Busca integrar la vivienda y el paisaje, el ahorro de materiales y
producir menos desechos. La permacultura apuesta por la planificación, el
desarrollo, el mantenimiento, la organización y la preservación de ambientes
aptos para sostener la vida en el futuro, producir alimentos y además abastecer
de energía y preocuparse por el diseño del paisaje. La motivación principal es
el cuidado de la tierra y de las personas por sobre cualquier otro interés.
Un ambiente diseñado en base a los principios de la permacultura
combina armónica y respetuosamente la vida de los seres humanos con la de los
animales y las plantas, para proveer las necesidades de todos de una forma
equilibrada. En este contexto se desarrollan los Huertos Urbanos, tanto en
Chile como en Japón, Estados Unidos, Canadá, Australia y cualquier país
europeo, dónde el cultivo de verduras y hortalizas en azoteas y jardines se
acopla perfectamente a la vida de barrio.
Los huertos ayudan a la renovación del aire gracias a la
fotosíntesis, aumentan los niveles de humedad en el aire, disminuyen los
agentes contaminantes como el smog y el polvo dentro del ambiente en que se
encuentran, amortiguan la contaminación acústica de los lugares donde se
sitúan. Y lo mejor de todo es que muchas veces el huerto puede estar en macetas
y jardineras.
Tener un huerto urbano permite generar un marco en el cual la
familia y los amigos pueden aprender a observar y disfrutar de los procesos
naturales como la siembra, el crecimiento, la floración y la cosecha.
Crear y mantener una huerta fortalece el trabajo en equipo, promueve
hábitos nutricionales saludables, reduciendo de paso la huella de impacto
ambiental que la agricultura con químicos produce. Para los niños en
particular, es beneficioso pues los ayuda a adquirir una conciencia medio
ambiental.
La mantención de huertos en las casas es un excelente pasatiempo, ya
que mejora el ánimo y la sensación de bienestar, reduciendo el estrés,
aumentando el nivel de concentración, y atenuando los sentimientos negativos
como el miedo o el enojo. Nos trae de vuelta el ciclo de la vida y la
alimentación, acercándonos a los procesos naturales y brindándonos hábitos
alimentarios más saludables.
Mientras caminamos por los cerros de Valparaíso, Stephanie Holiman,
la directora del Huerto Hada Verde va reconociendo las hierbas que crecen
espontáneamente en las escaleras. A primera vista son malezas, pero resultan
ser rabanitos silvestres y malvas rosas, que aparecen por aquí y por allá.
"Algo nos dice la naturaleza que necesitamos, por eso están aquí",
afirma y yo me quedo pensando en qué será lo que nos hace falta, que se aparecen hasta
en los ladrillos de los muros o en una ventana antigua.
Stephanie llegó desde Oklahoma en Estados Unidos, pensando en estar sólo
diez meses en Chile, pero ya lleva cerca de 15 años. La inquietud que la llevó
a cultivar su propias verduras en maceteros que puso en las ventanas de su
departamento, se ha convertido en uno de los proyectos urbanos más conocidos de
la ciudad de Santiago. Cuenta con un grupo fijo de voluntarios que trabajan en
el huerto, que se preocupan de
mantenerlo y que además disfrutan de la cosecha de cada estación.
Si hace un par de años los Huertos Urbanos eclosionaron junto con
las organizaciones de ciclistas, animalistas y gente preocupada por el
medioambiente y la salud de las personas, ahora son parte de la vida diaria de
gente que busca productos menos procesados y que visitan las ferias ecológicas,
las gratiferias o las ferias de trueque, y que han vuelto a valorar a los
pequeños productores, los emprendimientos, las soluciones sustentables,
proyectos de educación integral a todo nivel.
Cómo parte del proyecto educativo del huerto, los talleres son importantes.
Uno de los más populares es La Introducción a la Huerta, en el cual las
personas pueden aprender las claves básicas para cultivar sus propias verduras.
Algunos incluso descubren que no es algo complejo, que ya saben por intución. Unos
llegan con el ánimo de que no se les sigan muriendo las plantas y otros, como parte de su terapia personal.
Ya no es exclusivo de mujeres ni de personas con conocimiento de
agricultura, los niños están aprendiendo en los jardines infantiles y además el
20% de los asistentes de los talleres son hombres, que participan en producción de conservas o clases
de cocina. Las personas no se quedan conformes con ir a talleres, ahora con toda
la información disponible en internet y las nuevas tecnologías puedes aprender
en libros digitales, podcasts de proyectos que se hacen en otro países, se
reunen con grupos vía facebook o twitter en actividades dentro y fuera de
Santiago.
Generalmente las personas que viven en departamentos y tienen poco
espacio para cultivar, vienen a buscar consejos para aprovecharlos mejor. Trabajan
gran parte del día y decididen dedicar un poco de su tiempo a hacer algo
diferente. Cuenta Stephanie que a veces llegan a un ritmo acelerado, casi al
mismo ritmo frenético de la ciudad. A veces sienten que no son capaces de
aprender, pero entonces empieza la conversación, se traen los baldes con tierra
y todo cambia. Ella ve feliz como al terminar los talleres las personas se van
casi flotando, pensando en cosas bonitas, llenos de ideas y dándose cuenta de que
sí pueden dedicar un pequeño tiempo a lo que les gusta.
Mientras tomamos desayuno en el cerro Concepción, hablamos sobre lo interesante
que es tener algo en lo cual enfocar la energía. Lo que ocurre con las plantas
y los animales, es que te vas relacionando con otro ser vivo, piensa Stephanie.
Aprendes a reconocer qué le gusta, si una planta tiene mucha agua o si recibe
mucho sol. Stephanie cree que al sacar la planta de la tierra te conviertes en
madre o padre de esa planta, cuando la cambias de macetero, le agregas abonos,
haciendo que esté saludable. No es lo mismo que ir al parque donde está todo
hecho y en su lugar fijo. No te puedes meter libremente y hacer un hoyo porque
incluso te pueden decir algo. Si tienes tus plantas tú puedes hacer lo que
quieras. Lo que mejor resiste son las hierbas, que casi se cuidan solas. Al cultivarlas
aprendes también de la planta, conocer sus beneficios, y luego cuando te tomas
un infusión ya sabes todo eso que está detrás, lo que te entrega.
La huerta es una terapia para las personas pero también es educativa. Hay proyectos super
interesantes que han integrado este trabajo en los jardines infantiles o que
están trabajando con los vecinos de distintos barrios como el proyecto
Plantabanda de la Red de Agricultura Urbana. Se aprenden el cuidado por el otro y el
trabajo en comunidad. Y es la comunidad la que se va desarrollando en la
interacción. El vecino que te mira el jardín no sólo cuando estás de vacaciones
si no que también comparte de su saber, como cuando es época de podar o cómo
quitar ciertas plagas. Ya no es un espacio sólo para embellecer sino para
experimentar.
Durante nuestra caminata por Valparaíso, descubrimos muchos
minihuertos en las calles, pero también abundan los sitios baldíos que a veces
se llenan de basura. Estos son sitios se pueden rescatar con prados o
huertitas. En estos espacios las personas pueden sentarse a admirar o
descansar, como lo hacen muchos en la Ciudad Empresarial durante las horas de
almuerzo. Incluso si observamos bien, podemos encontrar hierbas como el romero
en algunos de los prados. La “Pastoterapia” asegura Stephanie, es también muy
importante. Puedes tocar las plantas “El romero te despierta y la lavanda te
tranquiliza”.
Cuando le pregunté qué le diría a cada uno de los que lee CEbra, me
contó que para tener energía para trabajar en muchas cosas hay que crear un
espacio diferente donde uno pueda recuperar energía. Piensa que hay que
escuchar esa voz personal, sobretodo en cosas que a uno pueden interesarle.
Recomienda dedicar aunque sea un pequeño tiempo para desarrollar eso que a uno
le gusta, ya sea la huerta, el yoga, la salud, la artesania, en fin. Esa
inquietud, es como un llamado de tu esencia, tu alma, que está guiándote. Hay
que seguir ese llamado para desarrollar creatividad.
Si luego de trabajar mucho, tienes la sensación de que hay algo
pendiente, hay que detenerse y escuchar. Esa voz que te llama a hacer algo
distinto, te ayuda a recuperar energía para seguir dedicando más energía a lo
otro, al trabajo, a la familia, a los proyectos.
Es lo mismo que cuando uno cocina. Se abre todo un mundo de olores y
sabores. En vez de pensar que es un martirio por el quehacer que implica,
cuando cambias la visión otro mundo se abre.
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