El teléfono suena y suena, pero nadie responde

No me había dado cuenta hasta que lo mencionó en la mesa, delante de todos.
Quería convencernos con su discurso acerca del amor, pero sin duda, era pura teoría.
Dijo que la llevaría a pasear por Madrid, que la invitaría a pasear para luego besarla, esperando que alguien inmortalizara el momento del beso, para hacernos sentir que el bien siempre gana.
Ella le respondió que lo querría a su lado si  acaso tuviera la plata para pagarle el pasaje. Él sólo le mandó de vuelta una historia compleja para decirle que no era ningún gigoló.
Yo me aburrí a mares. Los otros miraban las fotos de la argentina que le escribía hace meses por email.
Pero lo dijo, sí, lo dijo. Y creo que nadie más lo sabe. Fue como encender la luz cuando los niños están jugando a la escondida.
Decía que la llevaría a pasear por la ciudad después de servirle un café con cardamomo, ese café que tanto amaba.

Fui yo quien le enseñó a prepararlo. Yo. *fin*


foto:  El beso, de Robert Doisneau

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