vida efímera y vulgar

Leía a Lihn y su diario de muerte.
La muerte situa al casi muerto en un territorio extraño. Los pequeños gestos que se hacen hacia los vivos y sus indecisiones.
Lemebel se levantó de su lecho para ir a saludar a su público. Un eterno performista. Nadie podía quitarle eso, el derecho a saludar a quienes lo quieren.
Atrás quedan las academias y su toxicidad, esa que atora las venas de los que deciden entregarse a ella para perfeccionarse. No tiene nada de malo, pero es necesario estar atento para no morir y no amargarse.
Lemebel no ha muerto. Como tampoco murió Bolaños. Como tampoco murió Cortázar. O Tellier o los otros.
La muerte deja un vacío extraño entre los vivos y los muertos. Vemos lo mejor y todos se suben al carro de la despedida colectiva, los que creen que pertenecen a su misma estirpe, los que tienen su selfie, los que ahora quieren saber de quien se trata...
Lo cierto es que Pedro escribía crónicas divertidas, coloridas, locas, de personajes cotidianos y a la vez estrafalarios.
Hay quienes se dan el permiso de hacerlo, y de darle espacios a todos, incluso a las viejas más anquilosadas.
Hay quienes hablaron de "alitas rotas", lo que me parece exagerado y triste. Lemebel volaba como quería, y todos lo sabemos.



ver: Efímera vulgata (Aqui)
leer: "Efímera Vulgata" de Enrique Lihn, ediciones UDP


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