Esta nación en domingo


Hoy compré un diario. No sé por qué lo hago, cuando no confío en ninguno de ellos.
El diario, allí, en mis manos... Voy repasando los titulares caminando por una esquina antigua. Allí se pone la feria y los viejos compran ropa usada. Jóvenes usados también compran ropa. Las mujeres con sus plásticos en el suelo venden muñecas recicladas. Una loca del barrio le cuenta a un hombre que estudió carreras en el Inacap.
Dos coreanos pasan lentamente. Uno tiene una larga y limpia uña en el dedo meñique.. Yo me pregunto qué tradición estará detrás de eso.
El hombre que vende los tomates no me deja elegir, lo odio por eso y aún así se los compro. Otros días simplemente paso de largo. Pesan la fruta y ponen la mano en la puruña de una balanza arreglada. Me voy llenando de bolsas negras y amarillas que luego ocupo para la basura.
Los titulares me hablan de asesinas y políticos. Delante mío una señora contempla un cerro de zapatos viejos, que tienen olor a pata.
Temprano es fácil caminar, sin que te tiren el carro encima de los pies con hawaianas o se paren en la mitad de la vereda sin dejar pasar.
Han derribado más edificios en la cuadra. Ya se vendrán dos farmacios y un banco y un supermercado, quizás esta feria sea derrumbada también, muy pronto.
Cuando llego a casa, busco en el diario alguna señal. Algo en clave, algo que me haga pensar que no malgasté la plata de nuevo. Casi en las últimas hojas encuentro un reportaje de dos páginas, con fotografías a todo color. El titular dice Cómo sobreviven las editoriales independientes en la feria internacional del libro. Sospecho que puede ser interesante.
No era necesario leerlo completo. Como las películas malas, era predecible. No es más que un día de sí mismo en la feria tratando de autografiarle su libro a alguien, sí mismo en el baño, sí mismo hablando de sí mismo.

No vuelvo a comprar el diario nunca más.

(al menos hasta el próximo domingo)


Foto: www.coronelb.cl

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