Flores del norte

"...Y allí en el silencio, en medio de la brisa fría y el agua que me mantenía a flote, sentí una conexión inmensa con todo."



Isla Céjar es como el mar muerto.
Nunca estuve en el mar muerto, pero dicen que allí el agua es más densa a causa de los minerales, que puedes flotar sin el más mínimo intento.
En el mar muerto dicen que no hay vida. En Isla Céjar está llena de Artemias, seres cíclopes, que aletean en las aguas colmadas de sal y litio. 
Isla Céjar debiera ser un remedio a la depresión sólo por su composición química. Pero es todo San Pedro un remedio que te hace temblar con esos volcanes que parecen estar dormidos.
En Isla Céjar las montañas se reflejan en la costra de sal que cubre la laguna del mismo nombre, como si flotaran en el cielo.
Los primeros pasos de la laguna parecen ser la caparazón de una geoda. Luego viene una fosa, cuyo fondo no es visible al ojo humano. Al superar el miedo y te lanzas, lo primero que hace el agua, es tirarte hacia afuera. Las risas nerviosas de los audaces precede a las conversaciones nerviosas de la gente. 
Un hombre frente a mí hablaba acerca del mal de altura. Los términos técnicos que usó en su explicación me impresionaron. Parecía un experto y le pregunté qué hacía para vivir. 
-Oh, sicólogo. -Y pensé que aquello lo explicaba todo, pero mi exclamación parecía otra cosa y tuve que hablar.
-Es que me impresionaron tus términos médicos. Pareces un experto.
-No, no soy ningún experto, -dijo riéndose- estoy repitiendo las palabras exactas de alguien más me enseñó. -Y el público quería saber más...
-La solución al mal de altura -concluyó- no es algo muy glorioso.
-Pero de qué se trata -pregunté con insistencia.
-Básicamente, tienes que tirarte hartos peos.
-Oh, ¿en serio?
-Pero es así -dijo riéndose.
Allí en el silencio, en medio de la brisa fría y el agua que me mantenía a flote, sentí una conexión inmensa con todo. El cielo era surcado por flamencos rojos y otros pajarillos, en un aletear suave. La gente recién llegada gritaban de emoción ante el zurcar inesperado de los pájaros rojos en el espacio. Unas viejas de mi grupo celebraban que sus latas de cerveza flotaban en el agua.
Sergio es mi vecino. El hombre de gafas resultó vivir a unas cuadras de mi, en esta ciudad. Me contó que había cambiado su auto por bicicleta y que atravesaba Santiago, cada día, para ir a su trabajo. Sergio tiene un hijo y se separó hace más tiempo que yo. 
-Hace como dos años. Mi antiguo marido es un científico famoso que recorre el mundo dando conferencias.
-¿De verdad?
-No. ¿Y tu antigua mujer?
-Era profesora de yoga.
-Yo soy profesora de yoga.
-¿En serio?
-Sí. -Y le conté de los lugares donde trabajaba. Le pregunté por el nombre de ella. Quizás la conocía. Pero no. Su nombre era único. Quizás alguna vez los ví, en alguna reunión. Quien sabe.
-El mundo es muy pequeño -y dijo bajito algunas cosas que no entendí.

El aire de isla Céjar hacía al tiempo detenerse y hace del mundo un lugar perfecto. Mientras pensaba. Podía girar en mi lugar y contemplar los volcanes, la cordillera de la sal, a Sergio, a las viejas y sus cervezas. 
Pero nos alcanzó el atardecer, y la  fragilidad de la piel que se quema si permaneces mucho tiempo sumergido. El viento se enfriaba haciendonos saber que vendría la noche.
Comenzamos a salir del agua y a pasos de la orilla nos separamos. 
Mi guía me roció el agua en el cuerpo y se interesó repentinamente en mí y mis tatuajes. Luego hizo todo lo posible por demostrar que era perfecto.
Lo demás no me importaba. Yo quería despedirme de Sergio, decir algo quizás, pedirle su email, pero fue una decepción ver cómo su bus se iba, y nos dejaba solos a la espera la puesta de sol con el grupo de viejas simpáticas y nuestro guía.
Lamenté no haberme atrevido a acercarme. Pero lo vi tomando fotografías y pensé que como yo querría tener un momento en paz. Lo dejé y me fui a escuchar otras historias.
Soplaba el viento sobre las hierbas amarillas verdosas del norte. Las flores sobreviven en el desierto.
Se me ocurrieron varias ideas, y algunas me dieron miedo. Pero no se puede vivir la vida con miedo, pensaba.
De repente lo recordé. El guía de mi vecino y mi chofer estaban conversando. Quizás él me daría una pista de cómo encontrarlo.
[continuará...]




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