La llama

Te quiero en mi paraíso...
Sandra Mihanovic

Ayer esperaba en una esquina a que viniera el bus. Otras mujeres esperaban bajo el sol de la primavera que entró tímida y que luego brilló por dentro y fuera de todas los que, dignamente, nos atrevíamos a vivir nuestro día.
El bus se detuvo frente a nosotras y nos abrió las puertas de par en par. Subimos. El chofer parecía ser parte de un sueño que ya tuvimos. Tomamos asiento como en las butacas de un de cine y el sol que entraba por las ventanas calentaba nuestra sangre, haciéndonos felices.
En el fondo quería que el bus diera la vuelta y me llevara a casa. Pero no fue así. Continuó subiendo en dirección a la cordillera, mientras el resto de la ciudad iba quedando atrás, en la cuenca, dónde las siluetas de las torres que la contaminación había cubierto, le gritaban a nuestros ojos su presencia. Me había equivocado. El número del recorrido estaba bien, pero no la dirección. Veamos hasta dónde nos lleva, me dije e iba reconociendo calles y oportunidades en las que podría seguir esa ruta.
Hacia delante, allá, la cordillera nevada nos atraía inexorablemente, el calor nos mantenía en el entusiasmo y las casas se hacían amplias y los barrios más limpios y cuidados.
Pensé en dónde estaría mi amor, tal vez esperándome, tal vez pensando en mí. Yo pensé en él, y sentí que el mundo era perfecto. Cuántas eras habían tenido que pasar para encontrarnos, aquí, en este espacio tangible. Y el invierno nos ha hecho germinar. Nosotros brotamos como los árboles.
Esperé a llamar a este tiempo primavera, pero recordé que no existe tal cosa hasta que viene a mí la señal inequívoca. Y pensado ésto, el bus se detuvo y ante mí lo ví: el ciruelo repleto de flores, diciéndome que ya está, que ya es el tiempo.
Y cómo si de una vez se hubieran encendido todas mis células, me encendí de amor. Amé al chofer que negociaba con un flaite. Amé al que venía oyendo a todo volumen un reggaeton. Amé las luces rojas infinitas a lo largo de la calle. Y la cuenca ésta, gris, dónde reaparecí luego, dónde también reaparecieron los edificios esfumados.
Si mi amor me desbordó por unos minutos y se extendió a lo largo de toda la ciudad, todas nos encendimos entonces, haciendo vibrar a nuestros amores en dónde fuera que estuvieran.

Comentarios

lichazul ha dicho que…
"un fuego enciende otros fuegos"
y se diseminan por todos los poros y en todos los pulsos viajeros

besitos de luz

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